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viernes, 1 de noviembre de 2019

El nuevo apartamento (Relato) - 2ª parte -





Autor: Santiago

  • Yo lo empecé y yo lo terminaré, plasss. Mi mano ya no está aquí dibujada, plasss. Así que la volveré a dibujar, plasss. Azote, plassss, tras azote, plassss, vas a estar caliente, plassss, pero de verdad, plasssss

La azotaina fue larga e intensa, con varias paradas donde me recreaba en masajear sus glúteos y aliviarlos, ya que fueron cogiendo ese intenso color rojo fuego característico de una azotaina de ese estilo.

Tardó bastante pero sus fuerzas y resistencias fueron descendiendo hasta la mínima expresión y ya sólo emitía ligeras quejas al impacto de cada azote, plass, ahhhhh, plass, ahhhhh.

En una nueva parada para aliviar el picor que sin duda tenía que tener, mi mano se deslizó entre las finas telas de las bragas que aún mantenía puestas para rozar de nuevo su pubis. Ahora sí que era un volcán en pura ebullición, el líquido que desprendía mojó mis dedos de inmediato y su clitoris estaba realmente inflamado por lo que apenas comencé a friccinarlo. Su respiración entró en jadeos entrecortados para alcanzar el orgasmo que yo la negué hacia ya algo más de una hora.

Nos mantuvimos abrazados durante un buen rato hasta que ella fue recuperando el ritmo respiratorio para incoorporarnos de nuevo a la tarea de 'intentar' terminar el trabajo de pintura.

Durante un buen rato mantuvo el semblante serio pero lo que si quedó claro es que 'quedó suave como una malva'.

Ya no volvió a protestar ni quejarse e intentó aplicarse con la pintura, eso sí, no podía ser de otra manera siguió a su forma y estilo y sin seguir ninguno de mis consejos.

La tarde y la noche fue tranquila y tras la cena nos quedamos placidamente dormidos en el sofá viendo la televisión.

La mañana del domingo auguraba una grata sorpresa, bueno no tan grata para ella.

Nos levantamos relativamente tarde, desayunamos y nos pusimos a contemplar como quedó el trabajo del día anterior. Para mi satisfacción y su desgracia, la parte que hice yo estaba perfecta. En cambio la suya presentaba algunas deficiencias, marcas de rodillo y sobre todo cercos donde la pintura no penetró correctamente en la pared.

Nos dimos una ducha para espabilar y nos pusimos ropa cómoda pues aún tocaba limpiar y recoger así como ordenar los muebles de nuevo. Como yo terminé antes, salí y me senté en una silla, casi en el centro del estudio. Mientras ella terminaba de secarse y vestirse le fui dando un vistazo al conjunto de la habitación. Ella salió por fin del baño.
  • Que haces ahí plantado? No tienes nada mejor que hacer?
  • No, pero ven, siéntate aquí un momento.
La indiqué con un gesto de mi mano para que se sentara sobre mi. Con su habitual sonrisa matinal lo hizo y se agarró a mi cuello dándome otro besito de buenos días.
  • Que quiere mi chico así de buena mañana?
  • Pues verás, hoy no tengo ninguna gana de enfadarme y discutir contigo. En este ratito fui comprobando el desastre que hemos hecho. O para ser exacto, el desastre de la parte que tu pintaste. - ella me miraba con sus ojos enormes y un poco sorprendida, sobretodo por el tono de mi voz - tranquila y serena.
  • Pues yo no lo veo tan mal, me gusta como quedó.
  • No digas tonterías Bichito, mira los cercos que quedaron y las marcas del rodillo como te dije ayer quedan marcadas.
  • Eres un tiquismiquis pijotero, yo lo veo bien.
  • Puedo admitir que reconozcas que te equivocaste y hasta aceptaría tu súplica de perdón sin consecuencias, pero que me quieras negar lo evidente y no seas capaz de admitir tus errores, eso ya es inadmisible. Tu cabezonería ya te ha traído consecuencias antes y te ganaste más de una buena azotaina, pero ni con esas eres capaz de rectificar. Te has equivocado y no quisiste seguir mis consejos y ahora mira las consecuencias, vamos a tener que repasar toda tu zona otra vez.
  • Venga va, esta vez aunque sea sólo un poquito, en parte tienes razón.
  • Ya, ya, esas sólo son palabras que si no hacemos algo al respecto se te volverán a olvidar a la primera de cambio. En alguna ocasión te llevaste una buena azotaina y durante algunos días parecía que entrabas en razón, pero en cuanto se te pasa el efecto vuelves a las andadas.
  • Ya, bueno eso va a en mi ADN, es parte de mi.
  • Pues por eso, hay que hacer algo para cambiarlo, levanta!
Se levantó con calma, asumiendo que tenía razón esta vez y que de haberme hecho caso no tendríamos que repetir el trabajo. Se colocó delante de mí, sus manos entrelazadas en sus espalda, su mirada al suelo y balanceando su cuerpo. La acerqué un poco más a mí y mis manos se fueron directas a soltar el botón del pantaloncito que tenía. Deslicé la cremallera y el mismo se deslizó hasta los tobillos, retiré seguidamente sus braguitas hasta sus rodillas. Ella intentó tapar su sexo con sus manos, un gesto de mi cara y cabeza la hizo entender sin decir palabra alguna que yo quería que las manos continuaran en su espalda. Ella lo entendió a la primera y de nuevo lo asumió volviéndolas a poner en el mismo sitio.
  • Eso está mejor Bichito, ahora te quiero aquí tumbada sobre mis rodillas. Como hasta ahora tuvimos unos rituales que parece no dan resultado, hoy será diferente. Así que te quiero aquí.
Un gesto de mi dedo la indicaba lo que quería, dudó unos instantes pero esta vez parecía que asumía que una buena azotaina quizas fuera lo más justo.

Se colocó en mi regazo y yo la coloqué para estar lo más cómodo posible. Aquella azotaina comenzaría de una forma muy diferente a las anteriores. No recuerdo ninguna ocasión donde la empezara a castigar con el culo completamente desnudo.

Los azotes empezaron muy lentos y flojitos, tanto es así que después de al menos 50 a penas tenía el culo ligeramente colorado, en todo ese tiempo la intentaba convencer de la 'necesidad' de aquella azotaina para corregir su tozudez.

Una vez completada esta fase, manteniendola en mi regazo cubrí su culo con sus braguitas y de nuevo comenzaron los azotes, esta vez aumenté ligeramente la intensidad, paradas intermitentes para aliviarla y de nuevo seguía con la azotaina. Ella empezaba a emitir las primeras muestras de queja y la intensidad aumentaba progresivamente.

Decidí darle un descanso y que se levantara.
  • Ahora súbete esos pantalones y te quiero en aquel rincón, desde hoy ese será tu rincón de pensar.
Como una automata y esta vez sin protestar se subió el pantalón y se encaminó al rincón que la indiqué.

Durante 10 minutos se quedó en él, la llamé para que se acercara y cuando estuvo frente a mí, de nuevo con una señal la indiqué se tumbara en mis rodillas. Ella no dudó esta vez. No protestó, no se quejó y simplemente cumplió lo que la pedía.
  • Está bien, ahora vas a tener la azotaina que realmente te mereces.
Los azotes comenzaron de nuevo y fueron paulatinamente increscendo, ahora si se revolvía en intentaba zafarse a cada uno de ellos.

Cuando decreció su resistencia, también lo hice yo en la velocidad aunque la intensidad seguía siendo alta y ella seguía quejándose a cada impacto de mi mano. Ligeras paradas para acariciarla y de nuevo su pantalón terminó en sus tobillos. Con la ligera protección que ofrecía la tela de sus bragas continuó la azotaina.

Buscando el final del castigo, deslicé con suma delicadeza las bragas hasta dejarlas a la altura de las rodillas. El plas plas continuó pausadamente pero con cierta contundencia.

Su culo relucía espléndido, completamente colorado, lo acaricié y mis manos se entretuvieron en su entrepierna que estaba completamente empapada.

Con un azotito cariñoso la indiqué que se levantara. Lo hizo sin mediar palabra y la indiqué que se subiera las braguitas y el pantalón.
  • Y ahora ve al baño y trae la crema hidratante.
A penas tardó un minuto en estar frente a mí y entregármela.
  • Gracias, antes de usar esta crema, ni pienses que tu castigo a finalizado. -su cara era un puro poema - Si no hago algo verdaderamente ejemplar esta zurra volverá a caer en saco roto y no servirá de nada.
  • Noooooo, ya me has castigado mucho, te prometo que no volverá suceder seguiré tus consejos la próxima vez.
  • De eso yo estoy bien seguro que después de hoy así será, lo que no tengo claro es que tú lo cumplas, por lo tanto intentaré asegurarme de que así sea.
Me levanté y busqué en el fondo de un armario donde sin que ella se fijara el día anterior guardé mi querida y a la vez su temida caña de bambú. Un elemento que sólo uso en ocasiones muy puntuales y a la que ella tiene un temor especial.

Ese temor lo tiene por dos motivos: Uno por lo que supone su uso y que es un castigo realmente duro para ella. Y dos porque cuando decido que tengo que usarlo es porque estoy realmente enfadado por su comportamiento.

Me coloqué frente a la mesa principal del estudio, la caña cimbreaba sujeta por mi mano derecha y con la punta golpeaba suave y repetidamente sobre ella.
  • Y ahora ven aquí, te quiero tumbada sobre esta mesa y terminaré tu castigo.
Su cara giraba de lado a lado negándose a la petición, de nuevo el gesto de golpear el borde con la punta de la caña la indicaba claramente que aquello era inevitable. Con paso lento y pensativa sabiendo lo que la esperaba, decidió no dilatar más el suplicio y caminó para colocarse como la pedí.

Su cintura apoyada en el borde y todo su torso pegado a la mesa, sus manos se agarraban con fuerza al otro borde de la mesa.
  • Muy bien Bichito mío, ahora bajate tu solita ese pantalón y las braguitas.
  • Nooooooo, eso nooooo, si me has de castigar al menos dejame la ropa.
Zassssssss, la caña se estampó en el medio de su culo y la sorpresa, además del picor que esto produce la hizo soltar un grito agónico, para patalear y con sus manos protegerse de un segundo impacto.
  • Esto no es negociable, bajate esa ropa ya mismo, si no quieres que aumente el número de azotes y te advierto que ya es bastante considerable.
Esta advertencia pareció que se lo tomó muy en serio y metiendo sus manos bajo su estómago, desabrochó y dejó caer el pantalón.
  • Las bragas también, - la espeté -
  • No porfa, dejame al menos las bragas.
Zassssss, otro golpeo de la caña y de nuevo su grito la hicieron comprender que era mejor obedecer. Tiró del elástico y lo descendió hasta las rodillas. Se agarró con todas sus fuerzas a la mesa y comenzó el castigo que terminó por dejarla el culo muy marcado por las líneas transversales que deja la caña.

Cuando aquel castigo terminó, la apliqué la crema prometida con mucho cuidado y mimo para aliviar ese calor. Para el otro calor que presentaba su entrepierna utilicé otras cosas, pero eso ya pertenece a nuestra intimidad.

Firmado: ''Dos amantes jugadores adictos al spanking''


Si quieres leer la primera parte está aquí:
El nuevo apartamento (Relato) - 1ª parte -


2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho Cloe.
    En especial la descripción detallada de la azotaina.
    La parte final dela caña, pues bueno, le añade un extra de excitación.

    Sí, así podría describirlo ¡Muy excitante!

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    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario Raphael, siempre son bienvenidos!!!
      Ya veo que te ha gustado jijii, me alegro!!! :)

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