Autor: Santiago
El Orgasmo pareció dejarla completamente exhausta. Su cabeza apoyada en mi hombro, sus ojos cerrados y todo su cuerpo con un ligero temblor permanecía sentada en mis rodillas. Mientras mis manos acariciaban su culo dolorido y sujetaba con la otra su cintura.
- Tienes sueño Bichito Mío??, no acertó a cruzar palabra pero si giró su cabeza de arriba abajo indicando que sí.
- Crees que el castigo fue suficiente por tu comportamiento?? De nuevo el mismo gesto asintiendo y confirmando mi pregunta.
- Pues tengo malas noticias para ti, yo no opino lo mismo y aún te recuerdo tenemos una regla, una pala rígida y el cepillo de madera, que tu misma escogiste.
Su cuerpo pareció volver a la vida, abrió los ojos, se separó de mi hombro y mirándome semi aturdida replicó.
- No serás capaz de seguir con el castigo! Ya sé que eres un cabronazo, pero no tanto como para seguir castigándome después del orgasmo al que me has llevado.
Un atisbo de duda me volvió a embargar. Nosotros teníamos algunas frases, palabras, miradas que nos servían de patrón para entender que era el momento de finalizar algo o continuar, pero con su frase y gesto no entraba nada de lo que teníamos semi-pactado en nuestros juegos (como nosotros lo llamamos). Así que en esta ocasión decidí seguir mi intuición o más bien mi deseo, de que en este momento se merecía un castigo ejemplar.
- Por supuesto que lo soy, Bichito y es más, tu actitud del viernes pasado fue del todo inusual y de una desfachatez supina, por lo tanto vas a tener un castigo acorde a esa inusualidad con algo completamente diferente, así que levanta y dame la regla.
Con mirada de sorpresa se levantó, caminó pausada hasta el borde de la mesa, acarició suavemente con la yema de sus dedos la regla, hasta que un grito mío la hizo entrar en acción.
- ¡ VAMOS ! A que esperas?? no tenemos toda la noche.
Recogió lo solicitado, se acercó y en lugar de entregármela la depositó de mala gana sobre mis rodillas. Yo lo tomé con una mano y la hice cimbrear en el aire y golpear suavemente la palma de mi otra mano. Plass, plass, plass. Ella mientras contemplaba la imagen en pie frente a mí y con sus manos sujetando el borde del vestido con el que intentaba taparse.
- Muy bien Bichito mío, el otro viernes cruzaste una línea que no deberías cruzar, esa peineta que me regalaste con tu dedo corazón es de un comportamiento sumamente infantil. Así que lo justo es que tenga un castigo a la altura.- Te gusta utilizar las manos para burlarte de mí, así que el castigo será para ellas. ¡Extiende tus manos! Como los niños pequeños en el colegio.
Tardó unos segundos en entender lo que la estaba pidiendo, pero con un nuevo grito reaccionó y con un gesto tembloroso las extendió frente a mí, cerrando los ojos y apretando sus párpados.
Cogí la regla de madera y alternando de mano a mano se llevó 6 reglazos en cada una de ellas. A cada impacto retiraba la mano y la frotaba son su vestido buscando el alivio, pero aguantó estoicamente la docena. Una vez finalicé de esa manera le dije:
- Y ahora junta los dedos, se te van a quitar las ganas de hacer más peinetas.
De nuevo, con los ojos vidriosos a punto de romper a llorar, obedeció y de nuevo cerró los ojos con fuerza.
- No, no, no Bichito, ahora además de sentirlos quiero que lo veas así que abre los ojos - la ordené -
Sin duda ninguna la dolió mucho más su orgullo de contemplar como caía una y otra vez la regla sobre sus dedos, que el propio dolor que producían los impactos, además yo me tomé mi tiempo y en diferentes ocasiones amagué el golpe para disfrutar de su cara, que se encogía al descender la regla.
El reloj de cuco volvió a sonar indicándonos que ya eran las 3 de la mañana.
- Aún nos quedan 2 por utilizar y esta vez te dejaré que elijas tú. Serán 15 azotes con uno y 30 con el último así que escoge.
De nuevo con parsimonia se aproximó a la mesa y esta vez dudó aún más en que escoger primero, al inquirirla que se apresurara finalmente escogió la pala rígida. Al acercarse yo extendí mi mano para que la depositara pero en lugar de eso, la soltó y dejó que cayera al suelo.
- Vale parece que los buenos modales no son tu fuerte.
Me levanté y tomándola de un brazo la llevé frente al brazo del sofá, para de un empujón hacer que cayera de bruces en él. Levanté su vestido para dejar su trasero al aire, acaricié unos instantes cada carrillo con mis manos, contemplando la rojez de ellos y algunas zonas amoratadas, hasta que descargué el primer azote con virulencia. Plassssssss, un agónico grito salió de su garganta.
AAAHHHGGGGG
- No te toca chillar Bichito, te toca contar.
Se resistía a obedecer pero al cuarto claudicó, Plassss aaaggggg ¡Cuatro!
- No, no, no, se empieza por el uno.
- Pero es el cuarto que me das ¡Imbécil!
- Pero es el primero que cuentas, así que unooooo.
Con el segundo y tercero se la terminaron las ganas de revolotear más y junto al chillido que soltaba por cada impacto de la pala le seguía el número correspondiente. Plassss tres, plassss cuatro... Así hasta llegar a los 15 prometidos. Lo cierto es que esta pala deja unas marcas considerables y su culo era todo un poema, por lo que me dediqué ha aliviarlo ligeramente. Mis dedos tocaron su sexo y de nuevo presentaba cierta humedad. La solté e inmediatamente sus manos se refugiaron en ambos carrillos.
Es una imagen tremendamente sugerente para mí. Su estómago pegado al brazo del sofá, la cabeza semi-enterrada en los cojines, sus manos atenazando sus glúteos y las piernas en el aire encogiéndose y estirándose. Tras dejarla unos minutos así, la solicité que me trajera el cepillo que aún faltaba por ser usado. Como pudo se incorporó pero en lugar de cumplir la petición me volvió a sorprender. Se sentó en el sofá, cruzó sus piernas y brazos y se negó otra vez.
- Ya me castigaste demasiado y tengo mucho sueño.
- Pues no se nota nada que fuera demasiado, sigues igual de contestona y desobediente.
Yo mantenía el gesto serio y sereno a la vez, me levanté y tomé yo mismo el cepillo, ella se encogió aún más como protegiéndose, pero en lugar de irme hacia ella, llevé el cepillo hasta su habitual rincón de pensar para depositarlo en el suelo. Seguidamente me fui hacia ella y la levanté a tirones del sillón para llevarla hasta su rincón. Hay algo que sabía la producía una especial humillación y generalmente no lo utilizaba pero su testarudez lo merecía. Tras ayudarla a poner las manos sobre la cabeza la empujé hacia abajo y quedó de rodillas frente al rincón.
- ¡Ahí tienes el cepillo! Cuando decidas que es el momento para utilizarlo, te levantas y me lo entregas, mientras lo piensas, así de rodillas y mirándolo.
- No te lo voy a dar, ya he pagado con creces mi falta.
- Oooohhhh, Bichito, me lo darás, ya lo creo que me lo darás.
La rabia la comía por dentro, se la podía notar con claridad, el estar obligada a esa posición y tener que entregarme en mano el cepillo es algo que la supera, pero hay algo que la aterra aún más que eso.
Aproveché para sacarle unas fotos que me servirían en algún momento para recordarla su comportamiento y las consecuencias de éste.
- Me vas a dar ya ese cepillo??
- Te dije que no! así me tenga que quedar aquí toda la nohe.
- Ya veo que no hay manera de que entres en razón.
Me fui al baño, la verdad es que la erección que tenía era más que considerable y en esas circunstancias cuesta lo suyo evacuar aún teniendo la verga muy llena. Tardé un buen rato en conseguirlo, mientras de nuevo me saltaron las dudas. Que cojones querrá? Es que no sabe que yo no voy a ceder? Se quiere pasar todo el fin de semana sin sentarse? O quizás toda la semana?
Tras conseguir evacuar y sacudírmela, limpié mi polla que presentaba líquido pre-seminal y me entraron unas enormes ganas de terminar con el castigo para luego follármela, pero yo no estaba dispuesto a ceder y a ella veía muy encabezonada en su postura. Al girarme dí con la solución.
Me acerqué a nuestra habitación y revolví en los instrumentos hasta encontrar algo que sé que la aterra. ''THE CANNE''. Es la vara típica de los colegios ingleses del siglo pasado. Ella lo teme especialmente y lo he usado en muy contadas ocasiones y esta iba a ser una de ellas si no cambiaba de actitud.
Continuará...
Podéis leer las otras partes pinchando aquí:
1ª parte: Las dudas en el Spanking (Relato) (Tomo I - 1ª parte)
2ª parte: Las dudas en el Spanking (Relato) (Tomo I - 2ª parte)
3ª parte: Las dudas en el Spanking (Relato) (Tomo I - 3ª parte)
4ª parte: Las dudas en el Spanking (Relato) (Tomo I - 4ª parte)
6ª parte: Las dudas en el Spanking (Relato) (Tomo II - 2ª parte)