jueves, 29 de agosto de 2019

Las dudas en el Spanking (Relato) (Tomo I - 4ª Parte)




Autor: Santiago


Al rato, las primeros cercos amoratados comenzaban aflorar, por lo que intercalaba, azote con caricia, caricia con azote. Cuando aprecié que mi propia mano empezaba a estar cansada, la ayudé a incorporarse.

- Y ahora es el momento de que empecemos a usar los instrumentos que escogiste, así que acércame el primero que quieras, con un azotito, estando así frente a mí la insté a que obedeciera  la petición.

Con pasitos cortos se acercó a la mesa donde seguían colocados perfectamente todos los elementos. Se tomó su tiempo observándolos y tocándolos con delicadeza, finalmente escogió la pala flexible de cuero, con ella en la mano volvió a la posición inicial frente a mí y con cierto temor extendió sus manos para entregármela.  Yo la acepté y tras examinarla, la hice impactar 3-4 veces contra la palma de mi otra mano, generando un ruido atronador que consiguió intimidarla y retrocedió unos pasitos hacia atrás encogiéndose de hombros.
El giro de mis ojos la indicó que la quería de nuevo sobre mis rodillas. Ella se encogió aún más y giró su cabeza de lado a lado con el claro gesto de No. Dos nuevos impactos de la pala sobre mi mano y mi ultimatum.- O te pones o te pongo.- no te conviene llevarme la contraria.

La frase debió resultar lo suficientemente convincente porque ya no volvió a dudar y se inclinó para reposar de nuevo en las rodillas. En esta ocasión decidí que estaría mejor sin la presión que ejercía el bóxer en sus piernas y se los saqué del todo. La permití separar un poco sus piernas y acaricié toda la superficie de sus glúteos además de rozar con mucho mimo su sexo, uno de mis dedos lo recorrió de abajo arriba y obtener un ligero suspiro, además de comprobar que la humedad no sólo se mantenía sino que había aumentado sensiblemente.

Tras retirar la mano atenacé la pala y la dejé caer con mucha virulencia, provocándole un grito fruto del picor que ese elemento produce y de la sorpresa que entendí la produjo ese impacto tan severo, ya que por norma cada vez que he utilizado con ella algún instrumento los primeros azotes generalmente eran suaves y los utilizaba para calibrar la distancia.

El ritmo del plass plass de esa paleta aumentaba sensiblemente y sus quejidos también. Las marcas empezaban aparecer mientras el reloj de cuco volvió a hacer acto de prsencia. Cucu, cucu, las 2 de la mañana. Me tomé un descanso para aprovechar y acariciarla.

La ayudé nuevamente a incorporarse y esta vez la senté en mi regazo, su cabeza se apoyó en mi hombro, atusé su pelo y una de mis manos enredó entre sus piernas buscando su sexo, estaba muy mojada así que mis ágiles dedos lo fueron recorriendo de arriba abajo, de abajo arriba. Su garbancito del placer estaba completamente inflamado por lo que empecé a recrearme con él.

Los suspiros de placer no tardaron en aparecer y todo su cuerpo se tensó aferrándose al mío, se dejó llevar para alcanzar un intenso orgasmo mientras su boca buscaba la mía y me besaba con fervor.

Los jadeos y la respiración entre cortada me anunciaban su explosión de placer. Por un momento dudé en parar o continuar, aún me quedaban unos cuantos elementos que utilizar para finalizar y en ese momento recordé que en alguna ocasión mencionó que verse sometida a un castigo después de alcanzar el orgasmo lo sentía con mucha más intensidad por el estado que alcanzaba su cuerpo tras la liberación de este.

Mi mano comenzó a friccionar con más fuerza y velocidad por lo que nada pudo hacer para evitar alcanzar el clímax.
Tardó unos cuantos minutos en ajustar su respiración y acertó a susurrarme al oído:

- Lo siento, de veras que siento mi comportamiento y te tengo que dar las gracias por ponerme en mi sitio y enseñarme como debo comportarme.
- Me parece muy bien tu declaración de intenciones, pero esto sólo fue un alto en el camino. Mira la mesa, aún tengo que utilizar el resto de tus elecciones.

Su cara y expresión eran un poema, sus morritos en pucheros y el gesto de su cabeza girando de lado a lado para intentar expresar que ya no podía más. Sus quejas, lamentos y lloriqueos no la servirían de nada ya que yo estaba dispuesto que aprendiera una lección que no olvidaría en mucho tiempo.

La culminación de aquel castigo la dejarían unas buenas marcas que contemplaría cada mañana en el espejo antes de vestirse.

En el próximo Tomo con sus correspondientes relatos (los dos últimos) os detallaré lo que sucedió tras ese pequeño descanso reparador.


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